Borges e internet – espacios “B”
Economía digital, consumo colaborativo ¿o viaje a una nueva dimensión?
Un día, Jorge Luis Borges recibió de manos de un extraño el Libro de Arena y pronto se dio cuenta de que cada vez que lo abría, lo hacía en una página diferente, la página nunca se repetía. Debe haber tenido la impresión de que el texto se escapaba, de que no podía regresar; debe haber imaginado que eso era el infinito.
Proclive a estos misterios, Borges ya se había topado con el Aleph, un objeto en el que se podía ver, al instante, todo lo que era y ocurría en el universo.
En ambos relatos del autor confluyen lo infinito y lo simultáneo.
Cada tanto, desde 1984, con mi padre terminamos hablando de estos dos cuentos, fascinados por la habilidad de Borges para trasladarnos a otras dimensiones.
Hasta hace unos años todo esto se desarrollaba en el plano de la imaginación hasta que, en una de nuestras charlas, él tiró la idea de que Internet (que lo conecta todo) es un “espacio Borgeano”, en el que confluyen lo infinito y lo simultáneo, un espacio “B” (en honor a Borges).
Siguiendo con esta línea de pensamiento, nos podríamos preguntar: ¿y cómo es vivir en un espacio “B”, es posible? Si en tales espacios podemos acceder tanto a personas, como a conocimiento e incluso ahora a las cosas en forma instantánea, ante tanta abundancia, ¿cómo fijamos un rumbo?, ¿cómo hacemos para “navegar”?, ¿hacia dónde deberíamos dirigir nuestra atención y por lo tanto nuestras acciones?
Una posible respuesta a estas preguntas sería: hacia donde nuestra curiosidad, afectos, pasión o razón de ser nos lleve, permitiéndonos fluir. Y bajo esa premisa, ¿cómo podríamos adaptarnos a vivir en un espacio borgeano? Podríamos manejarnos en 2 planos:
1) a nivel personal, tomando conciencia del surgimiento de esta nueva dimensión colectiva hiper-conectada y aprendiendo a interactuar en ella.
2) A nivel grupal, construyendo estructuras colectivas tales como comunidades, ecosistemas u organizaciones conformadas por individuos hiper-conectados y agrupados por un propósito común. Estos espacios les permitirían realizarse mientras aportan valor al colectivo encausando los recursos disponibles en los espacios “B”.
Esto parecería ser una utopía, pero si buscamos a nuestro alrededor, encontraremos que no lo es tanto, que se trata de un fenómeno que está emergiendo, tanto a nivel individual como grupal. Es decir, estamos comenzando a “navegar” en espacios “B”.
Pero, ¿dónde buscar?
Nuestra búsqueda podría comenzar en sitios u “organizaciones en red” ya existentes que permiten que el individuo se exprese, interactúe, ayude, coopere. Donde existen exploradores modernos que actualmente están tomando conciencia de esta nueva realidad, comenzando a viajar por lo infinito y simultáneo, prestando atención a conceptos tales como la confianza, la reputación, la intuición y los estándares, aprendiendo a conectar, compartir, asociar y combinar; inventando y construyendo entornos colaborativos donde uno puede ser autónomo y prosperar, estableciendo límites y reglas en conjunto.
La confianza en los espacios “B” (conectando gente)
Una de las exploradoras es Rachel Botsman. Su análisis nos arroja pistas respecto a cómo los espacios “B” están transformando el concepto de confianza y a su vez cómo, según nuestro enfoque, la confianza acelera la construcción de los espacios “B” conectando rápidamente desconocidos.
En la siguiente charla TED (2012) nos trasmite sus hallazgos, tratando de responder preguntas tales como por qué una persona recibe a un extraño en su casa confiando en comentarios realizados por otros extraños.
Además de Rachel Botsman, que es una de las pioneras en el terreno de la “economía colaborativa”, existen otras personas explorando esta nueva realidad.
Otro de estos exploradores ha reflexionado respecto a cómo se está generando abundancia y lo ha hecho abordando conceptos tales como “Open Source” y “Social Production”. De eso hablaremos en nuestro próximo post.
Gerente Área Soluciones