El teletrabajo: una oportunidad en tiempos de crisis
En estos últimos dos meses el mundo viene enfrentando a un enemigo invisible. Un intruso desconocido que, lento primero y brutal después, fue acaparando la vida de todos. Cada uno desde nuestro lugar apenas lo notábamos como una anécdota distante, como una presencia impensable para nuestra realidad. Y desde su silencio y paciencia se fue haciendo más ruidoso, y a pesar de respirarnos en la nuca nos tomó desprevenidos, sin armaduras.
Coronavirus. Una palabra inexistente en nuestro vocabulario diario hasta hace tres meses, es la palabra más repetida en nuestras horas, en cada conversación, trabajo o noticia.
Y también en cada hábito. Este enemigo invisible nos lleva a los uruguayos a encontramos ante la obligación desestabilizante de cambiar prácticas arraigadas en las más ancestrales costumbres, como el beso al saludar o compartir un mate.
Por subestimación de las consecuencias, falta de planificación de contingencias o el sinfín de razones que busquemos, somos arrastrados casi que por inercia hacia un brusco cambio cultural al que debemos acostumbrarnos rápido, hasta que se asiente quién sabe por cuánto tiempo o quizás de manera permanentemente.
Las nuevas costumbres que trae aparejado este cambio cultural, parecen instaurarse con más facilidad que otras. Pocos días habían pasado del primer caso confirmado con el virus, y ya no nos sorprendía ver personas cubiertas con tapabocas o corriendo por la última botella de alcohol en gel, movidas por un instinto de supervivencia que no necesita de protocolos.
Otras costumbres por su parte, nos llevará más tiempo ajustarlas a nuestro diario vivir sin sentir incomodidades. El trabajo es una de ellas.
Para aquellas funciones que pueden prescindir de lo presencial, de un día para el otro se instauró el trabajo remoto como sugerencia/necesidad/deber y las empresas rápidamente se encuentran hoy “buscándole la vuelta” para que cada persona pueda continuar produciendo desde el refugio del hogar.
El trabajo remoto en las empresas de TI
Las compañías tecnológicas no son ajenas a esta modalidad de trabajo. En varias empresas ha ayudado a satisfacer necesidades de clientes en otros países sin tener que viajar y conectar a profesionales que, sin necesidad de trabajar en la oficina, puedan residir en otras ciudades o continentes y cumplir con los proyectos en tiempo y calidad.
En Quanam, por ejemplo, hace más de 20 años que se implementan proyectos para el exterior, y también tenemos casos de teletrabajo en el interior del país, como el equipo instalado en Bella Unión trabajando hace más de un año. En estos proyectos intervienen equipos multidisciplinarios conformados por consultores, clientes y proveedores. De esta manera se teletrabaja en forma exitosa usando metodologías específicas para la implantación de proyectos a distancia.
Más aún, el teletrabajo en estas compañías ha sido aliado para gestionar un más eficiente balance entre vida laboral y trabajo, eligiendo los momentos para estudiar, descansar, hacer deporte sin la restricción del horario fijo y el traslado a la oficina.
Entonces, si es tan posible y beneficioso, ¿por qué no es tan practicado aún, no sólo en Uruguay si no a nivel mundial?
El cambio radical de trasladar la oficina a la casa implica una revolución a nivel estructural que implica deshacernos de esquemas de trabajo harto arraigados. La rutina del típico “lunes a viernes de 9 a 17” todos los días en el mismo lugar a pesar de parecer tedioso, genera la tranquilidad de lo conocido y nos da la seguridad de lo incambiable.
El marco horario y locativo fijo, la cercanía física del jefe con el empleado, las reuniones para la resolución de la mayoría de los temas, son esquemas tradicionales de trabajo que aún prevalecen como una garantía de la productividad. La misma parece depender de la realización estricta de un mínimo de horas diarias en un espacio donde el empleado esté siempre visible.
Por otra parte, la idea del cambio a trabajo a distancia puede generar desconfianza, más si no se realiza en forma ordenada. El trabajo a distancia no es tan laxo y sencillo como aparenta. Su éxito y sostenibilidad en el tiempo dependerá de una organización premeditada. Varios consejos se repiten a modo de generar el ambiente propicio: elegir un espacio determinado especialmente para la tarea, mobiliario cómodo y con luz acorde, horarios que respetar no solo de trabajo si no de descansos y almuerzo, agendas de reuniones virtuales. Incluso elegir vestimenta por fuera del pijama, y tener la televisión y las redes sociales lejos de la tentación de distraernos a cada minuto.
Si estamos acostumbrados al horario a rajatabla, no cumplir con reglas básicas de organización como las descritas, puede llevarnos a la procrastinación o a estar enganchados en la computadora hasta la madrugada. De una manera u otra, se atenta contra el rendimiento y la eficiencia.
Finalmente, el teletrabajo como modalidad única de trabajo puede generar aislamiento y desestimular el trabajo en equipo, el intercambio de ideas y el aprendizaje y relaciones de compañerismo y camaradería, más allá de lo laboral.
Entonces, la comodidad de lo conocido parece no permitirnos ver lo ventajoso del trabajo a distancia.
Beneficios del teletrabajo y el home office
Ya mencionamos la facilidad de estar a un click de distancia de clientes y profesionales que están a miles de kilómetros, viajando virtualmente a través de varias tecnologías que nos permiten estar en el aquí y ahora sin los gastos asociados de los viajes, ni los tiempos que se pierden de traslados entre ciudad y ciudad.
En esta misma línea, el teletrabajo permite a la empresa generar ahorros en recursos como electricidad y agua y reducir gastos de mantenimiento y materiales al contar con menos personas en la oficina, o trabajando menos horas en ella.
La modalidad remota ha comprobado ser también amiga del medio ambiente. Desde la aparición del coronavirus, las grandes ciudades han disminuido drásticamente el uso del automóvil, lo que ha llevado a una reducción significativa de la emisión de dióxido de nitrógeno. De acuerdo con números proporcionados por el Ministerio de Ecología y Medio Ambiente de China, en febrero el promedio de “días de aire de buena calidad” aumentó un 21,5%. Otros análisis realizados fuera de esta coyuntura, muestran resultados similares. El estudio de 2017 State of Telecommuting in the U.S. Employee Workforce realizado por Flexjobs junto a Global Workplace Analytics, comenta que el teletrabajo permite la reducción del efecto invernadero equivalente a la reducción de gases emitidos por quitar del tránsito a 600.000 autos al año.
El teletrabajo también aporta grandes facilidades a los trabajadores. Esta modalidad permite reducir drásticamente los gastos en transporte, ya sea propio o colectivo. Mucho más ventajoso aún si consideramos la cantidad de horas semanales “muertas” que se van no solo transportándonos, si no también esperando el ómnibus, el traslado en el mismo, o atascándonos en el tránsito en hora pico moviendo el auto a paso de hombre durante varias cuadras. Considerando todas estas instancias en promedio se pierden hasta 10 horas semanales solo para ir a trabajar; horas que se podrían invertir en más tiempo de calidad con nuestras familias y amigos, hacer deporte, descansar, tener un hobby… la lista puede ser interminable. Para quienes tienen hijos en edad escolar, la logística de irlos a buscar, tener reuniones con las maestras o llevarlos al médico se facilita ampliamente y ya no se necesita salir corriendo de la oficina porque no se llega a tiempo.
Para generaciones más jóvenes o en etapa universitaria, esta modalidad permite también conciliar con mayor facilidad los horarios de clases, reuniones de estudio, y más tiempo para la preparación de exámenes. Ni que hablar de poder elegir materias optativas basadas en el gusto personal, y no porque el horario justo no coincide con el horario de trabajo. La flexibilidad horaria y el trabajo a distancia son de los beneficios intangibles más valorados por los trabajadores, por lo que se transforman en un diferencial de atracción y retención de talento a considerar en los primeros lugares de la lista del paquete de beneficios corporativo. De acuerdo al estudio Tendencias en RRHH en las TICs realizado por Búsquedas IT a finales de 2019, la flexibilidad horaria y el teletrabajo se practican en el 80% y el 60% respectivamente en las empresas tecnológicas, generando un impacto positivo en sus colaboradores que crece año a año.
Los índices de satisfacción laboral aumentan gracias a un mejor balance de la vida personal y el trabajo y el teletrabajo colabora con esta premisa. Se produce un impacto directo en la mejora de la salud reduciendo el estrés y las consecuencias físicas que esto conlleva, lo que hace a una disminución del ausentismo laboral hasta de un 50%. Los días de licencia pueden usarse íntegramente para vacaciones, y no para realizar trámites personales.
El teletrabajo además nos lleva y nos ayuda a trabajar por objetivos más que por horas. El compromiso por el trabajo entregado es más claro y el empleado pasa de ser cumplidor de horarios y marcador de tarjeta para apropiarse de los proyectos encomendados. Una mayor autogestión fortalece el sentimiento de pertenencia y el engagement porque depende aún más de sí mismo para alcanzar las metas trazadas.
Conclusiones
Considerando todo lo expuesto volvemos entonces a la pregunta inicial. ¿Cómo es que el teletrabajo no es utilizado por más empresas? Si bien conlleva algunas dificultades propias de un cambio cultural revolucionario, tiene aparejado más ventajas para ambas partes que contras. Es verdad que por el momento no es viable para todas las funciones existentes en el mercado laboral. Sin embargo, las tendencias indican que cada vez más empresas eligen practicarlo y que el futuro del trabajo nos lleva hacia allí.
En la situación actual en la que nos estamos, el futuro nos encontró rápidamente, por lo que el teletrabajo debe ser implementado de manera vertiginosa e inevitable.
Como dice la vieja frase, cada crisis es una oportunidad, y esta crisis sanitaria nos pone cara a cara con la oportunidad de cuestionar viejos paradigmas y abrirnos a un cambio que podría resultar beneficioso para todas las partes, tanto sea aplicado de manera completa o parcial.
Como todo cambio organizacional, los mismos deben ser ejecutados de manera gradual y con el compromiso de todas las partes. Ese gradualismo no se nos fue permitido hoy, por lo que más que nunca es esencial el rol de los líderes en acompañar a sus equipos en el cambio, asegurándose que cuentan con todas las herramientas y las garantías para cumplir con los objetivos de manera eficiente. Pero sobre todo, comunicar y permanecer conectado. La empatía es el valor más preciado en estos días. Nos cuidamos para cuidar al otro. Comunicamos también para cuidar al otro, evitando al máximo situaciones de aislamiento que detalláramos anteriormente. Las reacciones a una crisis no son iguales para todos, y desde los roles de liderazgo toca el desafío de estar más en contacto con las personas para saber cómo sobrelleva esta situación, cómo se las puede ayudar para que la transición sea lo más cómoda posible (cuidemos también a estos líderes!).
Las autoridades sanitarias nos piden “distanciamiento social” pero en realidad es distancia física. En tiempos de lejanía impuesta, es cuando más cercanos debemos permanecer todos para encontrar ventajas a esta crisis, y por qué no, encontrarnos en el principio de un cambio.
Lic. Viviana Morales @Vivi_MoralesG
Responsable área de Capital Humano en Quanam.