Mundos paralelos

Simplemente bello. Entrando en la ciudad sentí como que estuviera cruzando las puertas mágicas de Narnia camino a un mundo paralelo, o tal vez viajando hacia un tiempo pasado más gentil. Fachadas antiguas y no tan antiguas, cuidadosamente pintadas de alegres colores, calles limpias y para mi sorpresa, varias casas con sus puertas o portales abiertos. También observé alguna que otra bicicleta dejada a la sombra de un árbol o en una esquina sin nadie que le hiciera guardia. Gente tranquila y amable. Llegando al B&B donde me alojé, escucho que la dueña da indicaciones a unos turistas de donde quedaba el otro alojamiento importante de la ciudad, supuesto rival de su negocio.

– “El hecho que el vecino esté bien, ayudará a mi propio bienestar”. Curiosamente el otro alojamiento quedaba en la misma cuadra.
Caminado por las calles, veo una señora con delantal barriendo cuidadosamente la vereda.
-“Buenas tardes”-saluda. Llega un joven, adornado con rastas en bicicleta y se queda hablando con la señora mientras la ayuda con una enredadera rebelde.
En la noche voy al bar que está frente a la plaza, construcción ambientada en épocas pasadas, un cartel anuncia que los sábados realizan espectáculos diversos con artistas uruguayos y extranjeros, y con algún otro personaje que está de paso y quiere expresarse. Este negocio es gestionado por una joven compositora y cantante que hace poco dejó Montevideo para instalarse allí.
En Aiguá, un pueblo en un valle de las sierras de Carapé con unos tres mil habitantes, encuentro que diversidad de gustos, intereses y experiencias es posible que convivan de forma armónica.

 

-¿Y cómo sucede esto?- le pregunté a la dueña del alojamiento donde hice escala. Ella me contó que en sus inicios Aiguá era un punto estratégico en el camino hacia Rocha, por allí pasaba la única ruta que unía Montevideo con Rocha, la ruta 9 y la 10 eran grandes dunas de arena. Tuvo una época de esplendor hasta que se construyeron rutas alternativas más directas, los viajeros dejaron de pasar y alojarse en Aiguá, y la actividad del pueblo decayó.
En el 2011, con la conmemoración del bicentenario de Aiguá se realizaron una serie de festejos multitudinarios, y entre las actividades se destacó, por lo novedoso, un rally de carretillas. El rally fue divertido y sorprendente, vinieron carretillas de varias localidades adornadas para la ocasión. Los festejos fueron un éxito y se apoyaron en iniciativas institucionales pero sobre todo en equipos conformados por lugareños interesados. El rally de carretillas se le ocurrió a los alumnos del liceo, varios padres organizaron la parte gastronómica de la actividad, a modo de ejemplo.
A partir de dicha experiencia de festejos y trabajo en equipo, se generó un movimiento de habitantes con el objetivo de mejorar el pueblo. Se organizaron más eventos culturales y artísticos, pintaron fachadas, se arreglaron espacios públicos. Y como por contagio, el objetivo de: “mejorar el lugar donde se vive”, se fue esparciendo en la población. El tener el negocio arreglado atraía más gente, se beneficia el cliente y el propietario, indicaba una confitera. En los últimos años se ha generado cierta migración de habitantes, por lo general jóvenes hacia Aigúa, hecho contrario a lo que sucede en el interior del país. Ahora se puede escuchar decir: “soy de Aigua”, con cierto orgullo y sentido de pertenencia.
Al día siguiente, ya en las afueras de la urbe, descansando bajo un coronilla y mirando el paisaje serrano con ese tinte dorado que le da el atardecer, no sé qué serie de sinapsis sucedieron en mi cerebro que el “ecosistema humano” del lugar, me hizo acordar al funcionamiento de las plataformas de negocios: hay una red de personas, hay reglas y objetivos comunes, todos los participantes ganan y hacen crecer la plataforma, hay magnetismo que invita a las personas a pertenecer a la plataforma, hay información que se comparte. Claramente carece de soporte informático, característica que potencia a las plataformas, por lo que las comunicaciones y “transacciones” se hacen de forma manual. También lo asocié a los “espacios B”, introducidos en el post anterior, donde se habla del surgimiento de una nueva dimensión colectiva que se basa en gran parte en la creencia que la esencia humana es generosa.
Cambié el foco de la mirada, dejé mi mente en blanco y escuché el sonido del cosmos.

Ing. Mayarí Arruabarrena   

Consultora en plataformas de negocios

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